Elden Ring es para todo el mundo

Elden Ring, una obra maestra

Al empezar Elden Ring puedes elegir una de las clases que te propone, pero eso da un poco igual porque te tienes que dejar llevar un poco por la intuición. Hay un tío que tiene como collar un trozo de madera, ese PARECE un monje, pero a día de hoy tampoco te puedo asegurar que lo sea.

Luego el juego te deja libre frente a un tío que se ríe de ti. Más abajo hay un caballo que te hunde el pecho. Si no tienes idea de cómo funcionan este tipo de juegos, verás la imponente figura del jefe con su enorme banda roja que indica la vida en la parte baja de la pantalla y dirás “oh, medidor de que debo darle fuerte”, pero a las tres horas posiblemente decidas hacer otra cosa.

Te das una vuelta, encuentras una cabra pero no la puedes cocinar. Unos esqueletos que van más lentos que un murciano al día siguiente del bando de la huerta, pero tienen aliento raro y te da asquito, por eso los matas. Sigues dando vueltas, te encuentras una cueva, luego una caverna, un gigante que ya sabes por su tamaño que no te apetece, aunque sabes que no tiene tremenda barra roja.

De pronto una señora aparece y te dice que te echa una mano en no sé qué y puedes subir de nivel e ir por ahí en caballo. Se maneja raro pero cómo corres y qué fácil es matar desde Torrentera. Jeje, Torrente, ra. Es todo muy complejo, pero está guapo. Tu sensación es de que está guapo. 

Pero pasa algo. Has pestañeado y un movimiento en el espacio tiempo te ha dejado absorto. Te acaricias la barbilla porque sabes que algo extraño acaba de suceder. ¿En qué época estoy? Han pasado treinta horas y sigues ahí jugando. No has hecho nada, pero es que cada pocos metros el juego tiene algo. Que si un campamento de enemigos, que si un pequeño jefe, que si un puente, que si un tipo enmascarado que te vende algo de máscaras.

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Fuente de imagen: Bandai Namco & FromSoftware

Todo está colocado de tal forma que dices “eh, pues voy para allá”. Y se te ha olvidado el tipo de la armadura pero dices de volver, con los quince niveles que le has subido a tu personaje, con el arma mejorado, con tus nuevos amigos y tus nuevos poderes y… te revienta la cabeza. Pero oye, has avanzado, ahora le has quitado un tercio de vida. Total, lo vuelves a intentar porque tienes una gracia jaja ahí al lado. Lo intentas unas cuantas veces y en una de ellas lo dejas a nada, a dos golpes. ¿Vas a parar sabiendo lo lejos que has llegado? Ni de coña.

Cinco horas más tarde, lo consigues. El caballo de los cojones ha muerto. Y piensas: “Sí que es verdad que el caballo ha matado a mucha gente”. Ah, esa era la gracia perdida que tanto ansiabas. Pero te da igual hacer un chiste tan malo porque eres Dios, has matado al caballo. Entonces avanzas, porque nada puede pararte. Has matado a unos gigantes y te han dado mucha experiencia: No conoces a nadie. Subes por la cuesta hasta la entrada al castillo. Y descansas.

Tras descansar en el punto de gracia, caminas hasta atravesar el portón y ves el castillo de Godrick. La perspectiva, la mezcla de colores, el estilo artístico. La madre que me parió. Qué bonito.

Y aparece Magrit. Tremendo hijo de perra. Es difícil. Es rápido. No sirven a veces ni las invocaciones. El martillo te mata, el ritmo de los golpes es desigual, la demora de sus golpes te saca de quicio.

Entonces repites. Te sales de ahí, sigues dando vueltas y descubres de todo. Unas catacumbas, una katana rara, un pájaro negro que solo aparece de noche, una planta que me envenena, un coloso con un arco a los pies de un pequeño castillo, un mausoleo ambulante.

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Fuente de imagen: FromSoftware

Han pasado setenta y cinco años y vuelves a encontrarte con Magrit. Sigue siendo difícil, sigue siendo un reto, pero tú eres mejor de lo que eras, que eso es lo importante. Giras un golpe, esquivas un martillazo, no te quedan pociones, su bastón te golpea en el ataque corto y relámpago, estás desesperado, te queda poca vida, giras y le golpeas.

Magrit cae. Hasta luego. 

Qué cosa más difícil, desafiante, placentera, bonita, espectacular. Qué experiencia propia, qué descubrimiento, qué locura. Y este era solo el primer jefe obligatorio de todo el juego. La que te espera.

Elden Ring es para todo el mundo, porque todo el mundo debería jugar Elden Ring.